El ser humano ha evolucionado gracias a la cooperación, no a la competición. Del mismo modo, los mayores logros de la humanidad, siempre han sido gracias a esfuerzos cooperativos, a las inteligencias compartidas, o la diversidad cognitiva como se le llama ahora al nuevo paradigma del trabajo en equipo. En estos días de confinamiento y estados de alarma, catástrofe, etc., según las denominaciones de cada país, es frecuente escuchar mensajes y eslóganes (hastag también) que ponen el acento en la unidad, la cooperación y la solidaridad. Desde luego que no falta razón en ello, ya que esa es una parte muy importante y clave de la solución, porque es algo que depende de mi y depende de ti, de todos, de nuestra interdependencia positiva.
Pero el riesgo de hablar de cooperación y solidaridad, bellas palabras sin duda, es que el discurso no aterrice en la realidad, es decir, que no dispongamos de un mínimo marco conceptual para saber interpretarlas bien y, sobre todo, saber realizarlas en hechos y comportamientos virtuosos alineados con estos grandes valores y principios. Este es el objetivo de mi post: ofrecer un marco desde la Conducta Prosocial que nos ayude a acrecentar la calidad y cantidad de nuestra necesaria solidaridad y cooperación, sobre todo en estos tiempos.
La conducta prosocial se define como todo comportamiento positivo con el objetivo de beneficiar a otros por encima del beneficio personal (González Portal, 1995). El constructo prosocial, se construye así sobre una dimensión positiva de orientación interpersonal y opuesta, por tanto, a aquellas dimensiones de orientación interpersonal de signo negativo, de tal modo que como ha demostrado la investigación de González Portal (1995) podemos hablar de conducta prosocial como contraposición a la conducta antisocial: cuando más crece una más decrece la otra.
Personalmente, llevo más de 25 años investigando y proponiendo la educación de la prosocialidad desde diferentes marcos y programas pedagógicos, en 2001 realicé una Tesis Doctoral sobre este constructo desde una propuesta pedagógica de la solidaridad y la cooperación social. Una de las formas de aumentar la cantidad y calidad de los comportamientos prosociales, que es lo que quiero compartir aquí, es algo tan sencillo como aumentar los repertorios conductuales: saber más, nos lleva a saber hacer más y mejor. Cuantas más posibilidades tengamos de aumentar nuestra prosocialidad compartida en estos tiempos de confinamiento por COVID-19, más aumentará la solidaridad colectiva, y por tanto más probabilidades tendremos de controlar y solucionar este problema antes.
Para este objetivo nos ayudará un sencillo marco que intuí ya hace bastantes años y he vuelto a publicar recientemente (GARCÍA-RINCÓN, 2019), acerca de tres tipos de comportamientos prosociales o de ayuda: física, psíquica y social. Además, cada uno de estos tres tipos de ayuda, se puede subdividir en dos tipos de solidaridad que es necesario tener en cuenta, y que en esta coyuntura cobran mucha importancia:
- Solidaridad INTRAGRUPAL: es decir, la que se expresa y realiza dentro del propio grupo, familia, clase, etnia o comunidad.
- Solidaridad INTERGRUPAL: la que se expresa y realiza con los diferentes a mí, con los qeu están más allá de los cercanos y próximos tanto física como cultural, religiosa o ideológicamente.
Siempre he defendido que la solidaridad más necesaria de las dos, la que tiene más valor, es la intergrupal, dado que implica ser empáticos con los diferentes (la empatía es el principal determinante de la prosocialidad, sin empatía no hay ayuda realmente estable y de calidad). Suelo citar al Buen Samaritano como ejemplo: en realidad ayudó a un judío, y en aquella época no se hablaban samaritanos y judíos, lo recuerda también el pasaje evangélico de la mujer samaritana en el pozo de Jesed, cuando se sorprende de que Jesucristo (judío y además hombre) se acercara a hablar con ella.
La solidaridad con los del propio grupo, clase, etnia o comunidad autónoma, es buena y necesaria, pero insuficiente en un mundo global, interdependiente y herido como el que habitamos, y en estos tiempos cobra un mayor protagonismo y significado aún la solidaridad intergrupal. Bien, pues veamos este cuadro explicativo de los tres tipos de solidaridad, desde la óptica INTRA e INTER, y con algunos ejemplos que he puesto de cosas que podemos hacer por aumentar esa cantidad y calidad de solidaridad y cooperación. Evidentemente, la lista no está acabada, dejo a criterio de cada cual, aumentarla, pero en todo caso, el propio marco nos hará caer en la cuenta de más cosas que podemos hacer, por un lado, y por otro lado nos inspirará sugerencias y posibilidades en nuestros entornos familiares, sociales y profesionales de influencia.
Tipo de conducta
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Descripción
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Ejemplos
INTRAgrupales
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Ejemplos
INTERgrupales
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Ayuda física
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Sostenimiento físico, de bienestar y salud, y aportación constructiva a necesidades materiales o básicas de los otros.
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-Prestar-compartir cosas y espacios.
-Colaborar en las tareas domésticas.
-Cuidarnos, evitar riesgos y accidentes domésticos.
-Extremar las medidas y comportamientos de contagio dentro del hogar o comunidad.
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-Ayudar a vecindario en sus necesidades básicas.
-Compartir diversos materiales y cosas, de forma segura.
-Dar información y soporte útil y práctico a otros.
-Extremar las medidas y comportamientos de contagio fuera del hogar.
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Ayuda psíquica
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Apoyo psicológico de cara a motivar, consolar, animar o restablecer el equilibrio, así como ayudar a crecer.
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-Apoyar y animar a quien más lo necesite.
-Escuchar y acompañar a nuestros familiares y amigos.
-Mostrar empatía y comprensión más a menudo.
-Valorar al otro, su esfuerzo de adaptación y superación.
-Ayudar a los hijos en sus competencias educativas digitales.
-Proponer y motivar hábitos saludables.
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-Llamadas y mensajes de apoyo a personas que están en primera línea.
-Bloquear cadenas de mensajes ofensivos, negativos o desmoralizantes.
-Participar en gestos de apoyo y reconocimiento.
-Evitar la saturación informativa.
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Ayuda social
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Construcción ético-social de un entorno de convivencia, de justicia y de paz, para el cumplimiento de sus objetivos y el bien común.
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-Cumplir normas familiares básicas.
-Mantener un ritmo y una dinámica comunitaria compartida.
-Dotarnos de unas normas especiales o provisionales que nos ayuden como equipo.
-Promover encuentros virtuales de familiares y amigos.
-Consumo sostenible y medio ambiente.
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-Cumplir el contrato social habitual (deberes ciudadanos).
-Cumplir el contrato social excepcional (Estado de Alarma).
-No acaparar productos y alimentos de forma injustificada.
-Voluntariado social: presencial y/o virtual.
-No difundir bulos y fake-news.
-Apoyar a colectivos vulnerables.
-No tomarnos la justicia por nuestra mano: hacer saber los incumplimientos que veamos por canales y recursos oficiales.
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César García-Rincón de Castro (2020)
Bibliografía citada.
GARCÍA-RINCÓN, C. (2019). Cómo educar las competencias y actitudes prosociales. Marcos teóricos, indicadores y actividades. Madrid, Prosocialia - Amazon Independently Published.
GONZÁLEZ PORTAL, M.D. (1995). Conducta prosocial: evaluación e intervención. Madrid, Morata.